¿Es posible que estemos contagiados por una serie de virus mentales que empeoran nuestra salud psicológica y nuestro bienestar? La respuesta es sí, y ser conscientes de ellos y utilizar sus antídotos es necesario para vivir mejor y ser más felices.
¿Qué son los virus mentales?
Los virus mentales son un concepto de PNL (Programación Neurolingüística) que intenta explicar cómo un conjunto de creencias y de pensamientos actúan como un virus biológico, afectando negativamente a nuestras emociones, nuestro comportamiento, y en definitiva, reduciendo nuestra calidad de vida.
Además, los virus mentales tienen la característica de que se contagian y afectan a personas de nuestro alrededor, incluso a una sociedad entera.
A continuación os presentaré los dos virus mentales principales: el “Virus de la Queja” y el “Virus de la Culpabilidad“.
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El Virus de la Queja
Quejarse es seguramente es uno de los virus mentales más contagioso que existe, es un virus que desgasta, absorbe la energía, cierra las oportunidades de ver la belleza que tenemos delante de nuestros ojos, se enfoca en lo que NO tienes y no te deja disfrutar de lo que SÍ tienes.
El Antídoto: la Gratitud
Para vencer la queja el mejor antídoto es la Gratitud. Dar gracias nos reconforta y nos ayuda a ser conscientes del valor y de lo privilegiados que somos, ayuda a apreciar lo agradable, valorar lo simple, lo cotidiano, lo sencillo, lo que a veces pasa desapercibido pero contiene un valor incalculable.
En su libro «El arte de amar», Erich Fromm afirma que “no es rico el que tiene mucho, sino el que da mucho”. En mi opinión, para dar es necesario ser consciente de lo que tienes. Quizás no sea más rico el que más tiene, sino el que es más consciente de lo que tiene. Es por ello, que la gratitud produce un efecto que te capacita para dar.
[bctt tweet=»No es rico el que tiene mucho, sino el que da mucho» username=»Serendipia_psic»]Beneficios de ser agradecidos
Existen diferentes estudios e investigaciones en diferentes universidades que indican que ser agradecidos mejora nuestro estado de ánimo, nos hace más felices y vivir con menos estrés, mejora nuestras relaciones, nuestra salud física, nos ayuda a dormir mejor, promueve el perdón, nos hace más generosos y más resilientes.
Valorando lo que tienes
En la sociedad en la que vivimos no es fácil ser agradecidos, pues al sistema consumista no le interesa personas que se sientan ricas con lo que tienen, sino personas que deseen consumir.
Existen cosas que tienen tanto valor que no hay dinero que pueda comprarlo, sino más bien se necesita una conciencia que preste atención y valore lo que percibe.
Ejemplos de ello son: un abrazo, una puesta de sol, el aire que respiramos, la salud para poder realizar ciertas cosas, la presencia de un familiar que apreciamos, la sonrisa de un niño, la naturaleza, un paseo por la playa, un buen libro, etc.
Podría enumerar infinidad de cosas que no requieren un gran esfuerzo y las tenemos a nuestro alcance.
Valorando y viviendo el presente
¿Cuántas cosas vivimos de forma cotidiana y no nos permitimos disfrutar de forma consciente? Llevamos un ritmo muchas veces demasiado acelerado, tanto que las pequeñas cosas no acabamos de disfrutarlas.
Siempre hay que hacer algo, o debemos llegar a conseguir algo, demasiados “debes” y “tengo que”, que en lo sencillo y simple como tomar un café o dar un paseo se han vuelto insípidos, y hemos tenido que sobrellenar de azúcar y de aditivos a la vida para poder saborearla.
Ejercicios prácticos para ser agradecidos
Una buena receta por ejemplo es hacer un diario de gratitud, escribir en una libreta 5 o 6 cosas todos los días de las cuales estar agradecidos.
Otra forma es darse tiempo, pararse, respirar y observar a tu alrededor algo que te produzca cierta admiración como por ejemplo una obra de arte, dar un paseo, observar la naturaleza, una flor, el reflejo de los rayos de sol sobre el mar, o cualquier otra cosa que a tu alrededor llame tu atención.
Otro ejercicio para valorar a las personas que nos rodean es escribir una carta a una persona para agradecer lo bueno que te ha dado esa relación, o lo que admiras de esa persona.
Independientemente de si la entregamos o no, esto nos ayuda a no solo ver sólo los defectos o las cosas que no hacen los demás por nosotros sino también a valorar aquellas cosas que han aportado a nuestra vida y los atributos que admiramos.
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El Virus de la Culpabilidad
Otro de los virus mentales más importantes es la culpabilidad. La culpabilidad es un virus que se encarga de frenar que nos ocurran cosas buenas o disfrutemos de las que nos ocurren. Está alimentada por la creencia de que “no lo merezco” y “debo sufrir por mis errores”.
La culpabilidad afecta negativamente a nuestra autoestima y a nuestro estado de ánimo, impide empezar de cero y abrirse a nuevas oportunidades que nos brinda la vida. La culpa también influye en nuestra identidad cuando tomamos en cuenta nuestros errores para definir quiénes somos.
Algo importante de la culpa es el poder que tiene de autosabotear nuestros deseos y anhelos de alcanzar nuestras metas, aparecen ideas como “soy un fracasado”, “no me lo merezco”, “debería haberlo hecho bien”.
El Antídoto: la Responsabilidad
Para luchar contra la culpa tenemos un buen antídoto y es la Responsabilidad. La responsabilidad es una palabra preciosa compuesta por respons– (Respuesta) y –abilidad (habilidad), es decir, actuar de forma responsable es una habilidad de respuesta y, como toda habilidad, se aprende practicando.
Por tanto, la responsabilidad es un aprendizaje como la vida misma, estamos aquí para aprender y crecer. Cada vez que te equivoques no te autocastigues, más bien sé consciente que estás aprendiendo y con los errores aprendemos.
El fracaso en este caso no existe, existe un continuo aprendizaje y la oportunidad de volver a empezar con más experiencia.
Cómo nos hablamos cuando nos sentimos culpables
Nuestra actitud frente a la vida está más relacionada con las creencias y pensamientos que tenemos acerca de nosotros mismos que lo que realmente somos, es por ello preferible no juzgarnos por lo que hacemos, sino más bien analizar lo que hacemos, juzgar menos y meditar más.
Solemos utilizar el verbo ser cuando nos equivocamos, por ejemplo nos hablamos a nosotros mismos como “soy un fracasado” o es “que soy así o asá” en lugar de utilizar otros verbos como “he estado mal”, “no he actuado de la mejor forma” o “podía haberlo hecho mejor”.
Utilizar el verbo ser cuando nos hablamos puede implicar creencias menos facilitadoras al cambio, porque tienen una connotación de identidad.
En cambio, reconocer y darnos cuenta de los errores en función de las circunstancias no nos afecta a quiénes somos sino que nos ayuda a aprender y seguir creciendo.
Cúrate de virus mentales
Es curioso que la gratitud y la responsabilidad pueden estar íntimamente relacionadas en muchas experiencias de la vida, como por ejemplo ante una pérdida podemos dar gracias por la oportunidad de disfrutar de la relación con nuestros seres queridos, del puesto de trabajo, o de cualquier otra cosa mientras la tuvimos, porque estas experiencias nos ayudan a aprender.
De esta forma, ante cualquier pérdida o equivocación estamos siendo responsables de nuestra forma de pensar, de nuestros actos, y así terminar siendo más sabios y libres de lo que éramos.
Es importante ser conscientes de los virus mentales de la queja y la culpabilidad, y preguntarnos: ¿estoy valorando lo que tengo a mi alrededor?, ¿estoy enfocándome en lo que no tengo en lugar de apreciar y ver las oportunidades que tengo ahora mismo?, ¿cuándo me equivoco me culpabilizo y me autocastigo en lugar de ser responsable y aprender de mis errores?