¿Cómo se desarrolla la inteligencia emocional durante la adolescencia? ¿Debería ser una asignatura en los colegios e institutos? En este artículo, vamos a hablar sobre la etapa de la adolescencia y cuál es la mejor forma para desarrollas una buena inteligencia emocional.
La adolescencia
Se puede definir como una etapa comprendida entre los 12 y los 19 años (Parra, Oliva y Sánchez-Queija, 2004) caracterizada por numerosos cambios, tanto físicos como sociales. Como dice Siegel (2014) la adolescencia es “un tiempo esencial de intensidad emocional, implicación social y creatividad”.
La adolescencia supone una época en la que el adolescente forma su sentido de identidad mientras que cambia su percepción de aquello que le rodea (Brooks, 2004; Siegel, 2014). Así, los adolescentes (y sus familias) se encuentran con algunas dificultades con las que no habían tenido que lidiar en los años de la infancia.
Tales como alteraciones del estado de ánimo y gran labilidad emocional, a menudo variando de extremo a extremo; los conflictos con los padres, en tanto en cuanto los adolescentes tienden a cuestionar la autoridad; las conductas de riesgo y una menor percepción de las consecuencias; y la importancia que cobran las relaciones con los iguales –quienes se convierten en “confidentes emocionales, consejeros y modelos comportamentales a imitar” (Oliva y Parra, 2004: 99)–, en detrimento de la relación que tienen con la familia (Musitu, Buelga, Lila y Cava, 2001; Siegel, 2014).
Así, durante la adolescencia, al igual que en otras etapas de transición, ocurren cambios tanto a nivel intrapersonal ─sentido de libertad, nuevas responsabilidades, búsqueda de la identidad y del sentido de la vida─ como interpresonal ─cambios en los vínculos personales─ (Pérez, 2013).
Trabajar desde las aulas permite una intervención grupo que, tal y como explica Pérez (2013), crea un contexto en el que los alumnos pueden “aprender y practicar estrategias y habilidades sociales”, favoreciendo un ambiente en el que se pueden realizar intercambios personales seguros y genuinos, al tiempo que se fomenta la cohesión del grupo y la aceptación de los iguales.
Legislación vigente
La educación emocional forma parte del currículum de secundaria y resulta imprescindible tanto para el desarrollo integral de los alumnos como para el estudio de diferentes materias, tal y como señalan algunos autores (Bisquerra, 2013; Costillo, Borrachero, Brígido, y Mellado, 2013).
Es por tanto que la legislación vigente referida al currículum de la educación secundaria obligatoria contempla esta educación emocional entre las competencias que el alumno debe adquirir.
Son siete las competencias básicas sobre las que se habla en la Ley Orgánica 8/2013, de 9 de diciembre para la mejora de la calidad educativa (LOMCE), publicada en el Boletín Oficial del Estado el 10 de diciembre de 2013.
Estas siete competencias son comunes a los diferentes cursos de la educación secundaria y a las diferentes asignaturas, de manera que se desarrollan de forma transversal a lo largo de toda la educación secundaria y están en relación con los diferentes objetivos que se proponen en cada una de las unidades didácticas.
Entre ellas se encuentran las competencias sociales y cívicas que competencia hace referencia al desarrollo de la capacidad para desenvolverse en la sociedad, mediante el conocimiento de los códigos sociales, así como participar de forma activa en la sociedad.
Además, a lo largo del texto se hace referencia a la importancia del bienestar emocional de los alumnos. Concretamente, en el artículo 71.1, dice: “las Administraciones educativas dispondrán los medios necesarios para que todo el alumnado alcance el máximo desarrollo personal, intelectual, social y emocional”.
Relación del adolescente con sus iguales
Como ya hemos apuntado, en la adolescencia las relaciones que los jóvenes tienen con sus compañeros crecen en importancia, en detrimento de las relaciones intrafamiliares.
Por otra parte, es importante tener en cuenta que los adolescentes pasan una gran parte de su tiempo en las aulas, junto con el resto de los compañeros. Además, los docentes pueden ver sus formas de relacionarse, tanto dentro de las aulas como durante los descanses.
Es por todo esto que es importante que los adolescentes tengan habilidades sociales suficientes para desarrollar vínculos seguros con sus iguales, lo cual influirá en la percepción y el nivel de compromiso que tengan con el centro. Además, el profesor puede percibir las dinámicas relacionales que se establecen, dándole información para intervenir del modo que estime más adecuado, en función tanto de las características del grupo como las individuales.
Trabajando desde las aulas en el establecimiento de vínculos seguros entre los alumnos, éstos pueden llegar a desarrollar relaciones de interdependencia entre ellos, facilitando la comunicación y creando un clima positivo. El aula de música nos da la posibilidad de trabajar con los alumnos las dinámicas relacionales, como ya se ha visto, para conectar con sus propios gustos, pero también mediante el desarrollo de actividades prácticas (interpretaciones grupales, por ejemplo) en la que los alumnos pueden trabajar de forma autónoma con la supervisión necesaria.
Inteligencia emocional
Desde el punto de vista de la teoría de las inteligencias múltiples, la inteligencia emocional se entiende como aquella relacionada con la capacidad de comprensión de los sentimientos, tanto de los propios como de los demás. Comprensión que, además, implica el manejo apropiado de estos sentimientos.
Es por esto que la inteligencia emocional juega un papel principal en el desarrollo de las habilidades sociales y las competencias interpersonales de las personas, por lo que resulta esencial que exista un entrenamiento de la inteligencia emocional desde todos los ámbitos y desde edades tempranas.
Entre los factores que afectan al desarrollo de esta inteligencia se encuentra la educación de tipo afectivo que se recibe en los centros educativos, por lo que implantar dinámicas en las aulas que den sentido a las experiencias y emociones va a influir tanto en la forma que tienen los adolescentes de relacionarse como, en un futuro, aquellas que desarrollen como adultos.
Goleman, uno de los autores más importantes en el campo de la inteligencia emocional (junto con Salovey y Mayer o Gardner), defiende que la educación de las emociones puede tratarse de forma transversal a otro tipo de conocimientos y habilidades, tales como “la lectura, la escritura, la salud, la ciencia, los estudios sociales” entre otras (2006: 170).
De esta forma, el autor explica que no es necesario desarrollar un programa enfocado únicamente al desarrollo de la inteligencia emocional, sino que es posible integrarlo en el currículum académico general.
Paralelamente, se puede destacar el concepto de salud emocional, del que hablan Soler y Conangla. Estos autores explican que “la salud emocional se consigue a base de abrirnos a nosotros mismos, a los demás y al entorno”(2005: 28). Desde este punto de vista, poder comunicar y expresar las propias emociones a los demás resulta fundamental para conseguir una plena salud emocional, dado que lo contrario puede llevar a la insensibilidad.
Si bien es cierto que controlar las emociones es prácticamente imposible (debido a que están provocadas por cambios incontrolables a nivel fisiológico), no lo es tanto su expresión, hecho que resulta fundamental para poder llevar a cabo conductas adecuadas al contexto.
Desde estas bases teóricas, las de la inteligencia emocional y la salud emocional, se debería crear en el aula un entorno seguro de expresión emocional, en el que los alumnos puedan expresarse con libertad y con la certeza de que sus sentimientos serán recogidos por el resto del grupo.
Así, la inteligencia emocional de las aulas se debería de desarrollar desde dos puntos de vista diferentes. Cuando se propone la expresión de las emociones en el aula, en un primer lugar, cada uno de los alumnos necesita llevar a cabo un trabajo de introspección para descubrir qué sentimientos despierta en él emociones relacionadas con su historia de vida.
Así mismo, al escuchar las intervenciones de los compañeros, es necesario que los alumnos lleven a cabo un entrenamiento en empatía, con el fin de comprender por el porqué de lo que su compañero relata. Este doble aspecto de la inteligencia emocional es lo que Howard Gardner (un psicólogo que acuñó por primera vez el término inteligencias múltiples.
Según este autor, la inteligencia se divide en ocho tipos ortogonales diferentes: inteligencia lógico-matemática, naturalista, lingüístico-verbal, musical, viso-espacial, corporal-cinestésica, intrapersonal y extrapersonal) define como inteligencia intrapersonal e inteligencia extrapersonal (Sedeño, 2010):
- La inteligencia intrapersonal hace referencia a la capacidad de interpretar los propios sentimientos y emociones, así como generar un autoconcepto, una autoestima y una autoeficacia precisas.
- La inteligencia extrapersonal, por su parte, hace referencia a la capacidad de interpretar los sentimientos y emociones de los demás y dar una respuesta adecuada a estos. Además, tiene que ver con la capacidad de evaluar las consecuencias de las propias acciones sobre los demás y es la encargada de aspectos tales como la empatía, el respeto hacia los demás y el desarrollo de habilidades de trabajo en equipo.
En conclusión podemos decir que es necesario que se lleve a cabo un entrenamiento en inteligencia emocional en las aulas de secundaria para garantizar la salud emocional de los adolescentes que pronto serán agentes protagonistas de la sociedad.
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