La Baja Autoestima en las Redes Sociales ¿Cuántos amigos tienes en Facebook? ¿Publicas diariamente en Instagram? ¿Te comunicas más por medio de Twitter que en persona?
Probablemente sabrás hacerme una estimación sobre el número de followers que tienes aproximadamente, contestarás que publicas de vez en cuando alguna foto y que gracias a Twitter te enteras de qué pasa en cualquier parte del mundo prácticamente en directo.
Las redes sociales son un gran (y adictivo) invento que está muy de moda, logrando conectar el mundo entero con un simple “clic”. Pero no todo son ventajas e innovaciones. Las redes sociales muchas veces dejan de ser un medio de comunicación y se convierten en “redes de angustia” que oprimen y provocan problemas de baja autoestima en muchos de los usuarios.
Las redes sociales pueden servir para fomentar las máscaras de falsa autoestima que cubren la falta de aprecio hacia uno mismo y favorecen la necesidad de aprobación por parte de los demás (¿has leído ya mi artículo sobre la falsa autoestima?).
¿De qué forma nos vemos perjudicados? ¿Cómo se ve reflejada la baja autoestima en las redes sociales?
Sigue leyendo para descubrirlo.
La Baja Autoestima en las Redes Sociales. El Síndrome Selfie
La fiebre del selfie está desatada, tanto que se está empezando a hablar de un nuevo concepto: el Síndrome Selfie, y no hay más que verlo en nuestro día a día.
Antes que nada, ¿qué es un selfie? Para los despistados que todavía no les es nada familiar esta palabra (que supongo que podré contarlos con los dedos de una mano si llega), es la utilizada para nombrar al autorretrato realizado con un dispositivo con cámara.
Seamos realistas, ¿quién no se ha hecho en su vida un selfie o no ha participado en uno?
Tan popular se ha hecho esta moda de los autorretratos, que se han creado nuevas tendencias basadas en ello: “belfie” (autofoto del trasero), “ussie” (en grupo), “selfeye” (centrada en los ojos), “welfie” (mientras se hace ejercicio), “shoefie” (autofoto de los pies), “dronie” (con una cámara anexada a un dron)… incluso el “drelfie” (autofoto de borrachera o ebrios).
Entonces, ¿cómo unas fotos pueden ser tan representantes de nuestra autoestima en las redes sociales? El problema no reside en hacerse fotos a uno mismo, pues igual podríamos compararlo con mirarse “de más” en el espejo, que puede ser algo “excesivo” pero no necesariamente patológico.
Lo que hablamos es de una necesidad de que esas fotos sean vistas y admiradas por todos, ya no son solamente imágenes lo que exponemos, sino nuestra propia autoestima en las redes sociales.
¿Por qué nos hacemos selfies? Existen diferentes motivos para la práctica del selfie:
- Realizamos una autofoto para compartir un momento que estamos viviendo
- Un selfie por diversión
- Puede ser un medio para transmitir un mensaje a alguien
- Del mismo modo, también para presumir de algo
Un estudio de la Universidad de Van Wageningen (“Het van fotograferen ontbering en eenzaamheid” o “La gracia y la soledad de fotografiar”), dirigido por el investigador Christyntje Gallagher investigó la relación de los autorretratos con la autoestima en las redes sociales.
Los resultados revelaron que aquellas personas que se realizaban más selfies, poseían una autoestima más baja y, no sólo eso, también tenían menos sexo (todo lo contrario de lo que parece por sus fotos). Descubrieron que los sujetos estudiados con un gran número de selfies en sus redes sociales, mostraban un alto índice de inseguridad y miedo al abandono.
Es más, el 83% de la muestra “selfifílica” no tenían apenas sexo, por lo que solamente el 17% sí mantenía relaciones sexuales de forma constante.
La vida real versus la vida virtual
Cuando publicamos una fotografía en nuestras redes sociales, nuestra intención es que los demás vean una imagen nuestra admirable. En raras ocasiones haremos públicas imágenes en las que salgamos mal o no estemos favorecidos.
Hasta tal punto, que parece que en nuestras vidas no existe nada malo: creamos vidas perfectas. Cualquiera que nos viera creería que, por lo que publicamos, tenemos una alta autoestima según las redes sociales.
Eso mismo denunció la modelo Essena O’Neill recientemente al eliminar gran cantidad de sus fotos en Instagram y editando las restantes contando la “verdad” detrás de ellas. Después de esto, eliminó sus cuentas y publicó este video:
¿Qué opinas sobre lo que has visto? Esa chica creía que la verdadera felicidad residía en aquellas personas que lo tenían “todo”, todo lo que los demás desean. En cambio, vemos a una joven destrozada que ha visto que todo ese mundo idílico de fantasía no trae la felicidad, sino todo lo contrario: ansiedad, tristeza, soledad…
“VIDA IRREAL: tomé más de 100 fotografías en poses parecidas intentando que mi vientre se viera bien. Apenas comí ese día. Grité a mi hermana pequeña que siguiera haciendo fotos hasta que quedé contenta con esta. Sí, unas maravillosas #metas”.
Essena no mostraba su vida real, ella creaba una vida ideal. Las empresas le pagaban por mostrar en sus fotos sus productos para que ella hiciera suponer a sus followers que en su vida diaria los usa y disfrutaba con ellos.
Modificar la realidad es un recurso muy utilizado desde casi siempre por los medios y la publicidad y marketing, cuando nos venden cuerpos imposibles de conseguir, una piel perfecta o rasgos inigualables.
Hacer atractiva una fotografía es como el ABC de la publicidad: cuanto más atraiga, más vende. Algunas veces, con retocar colores, brillos e iluminación es suficient pero, otras tantas, se apuesta más por el Photoshop y otros programas de edición que por los propios modelos o personajes que se fotografían.
Hace poco, la actriz española Inma Cuesta publicaba esta fotografía en su cuenta personal de Instagram, denunciando el retoque abusivo al que se había visto impuesta en una sesión fotográfica para una revista.
“Verte y no reconocerte”, así comienza el texto que acompaña a la comparación de fotografías. Porque con tantos retoques y perfección se acaba perdiendo a la persona inicial, la verdadera, convirtiéndola en un producto que no existe, en otra “persona”, en otra ilusión.
Hemos llegado a un punto en el que prima más la imagen que nuestra esencia: si no tienes un cuerpo bonito, no tienes nada importante o interesante que decir. Y, lo más escandaloso: si no eres delgad@ y guap@, nadie te querrá.
Ese es el mensaje que nos lanzan una y otra vez los medios: la celulitis, las arrugas, los dientes “mal puestos”, los granitos, los michelines, las manchas, la falta o el exceso de pelo,… eso no es lo que se lleva, eso es despreciable y anula a la persona que hay detrás y lo que supone en conjunto por dentro y fuera.
Esa inseguridad y autodesprecio que hace que alguien no pueda ser él o ella mism@ es lo que hace que se vivan vidas irreales. En nuestro día a día lo vemos reflejado en las personas de nuestro entorno cuando se ocultan tras máscaras de falsa autoestima y en la red, el también cada vez más popular “catfish”.
¿Qué es el “Catfish”? Catfish es el término que Henry Joost y Ariel y Nev Schulman utilizaron para acuñar cuando una persona finge ser otra por internet para mantener una relación sentimental (o varias). Sin duda, un catfish es la muestra más clara de una baja autoestima en las redes sociales e internet.
Parece que no sea algo muy común, pero sí que lo es, tanto que tras el documental con el mismo nombre, se realizó un spin-off en forma de programa televisivo para la MTV donde se revelan casos de catfishing.
Prácticamente todas estas personas que se esconden tras un perfil falso, usando fotografías y/o la vida de otra persona, presentan una baja autoestima que determina y mantiene su miedo a no ser queridos por lo que son. El hecho es que seguir manteniendo ese perfil falso no va a ayudar a que la persona decida a mostrarse como realmente es, pues ve que gusta por sus fotografías o por “su” vida.
Además, en el momento que decida revelarse como realmente es a sus “ciberparejas” normalmente recibirá rechazo por haber engañado y mentido, pudiéndolo interiorizar como una aversión a lo que es realmente, haciendo que la próxima vez vuelva a esconderse tras su “yo falso”.
Es decir, entra en bucle porque jamás podrá comprobar si el rechazo viene por lo que es o por haber mentido.
La importancia de las Ks, los followers, los “retweets” y los “me gusta”
O cómo destrozar la autoestima en las redes sociales por falta de dedos arriba (“thumbs up”) o corazones (“likes”).
Seamos sinceros, a todos nos encanta tener likes/me gusta/“corazoncitos” en nuestras fotografías y publicaciones, pero ¿cuánto podemos dejar que esto sea determinante para nuestra autoestima? ¿Cuánto nos debe costar un gesto de aprobación que, recordemos, es un simple clic que no cuesta nada?
Otro tema muy ligado a la autoestima, es la necesidad de followers o seguidores y amigos en estas plataformas. Muchos opinan que el término “amistad” se ha ido deteriorando hasta el punto de meter en un mismo saco a nuestros amigos en la vida real con los de la virtual.
También vendemos nuestra intimidad y nuestra vida, nos exponemos frente a una serie de personas que consideramos (o no) “amigos”, les decimos qué nos gusta y qué no, dónde estamos en ese mismo momento o les regalamos la oportunidad de que echen un vistazo a las fotos de nuestras últimas vacaciones. ¿Por qué nos gusta tanto exhibirnos? ¿Es necesario para nuestra autoestima exponernos de esa forma tan explícita en las redes sociales?
Si algo debemos tener claro y deberíamos volver a interiorizar es que en las redes sociales todo es muy superficial, que la realidad está en la esencia física. Muchos estarán en desacuerdo con esta afirmación, pero resulta muy difícil mantener una relación, de la forma que sea, solamente mediante internet (ya ni hablemos en las redes sociales).
Te voy a poner a prueba. Deja un momento de leer este artículo y entra en tu perfil de la red social que quieras. Busca tu lista de amigos. Una vez la tengas, ve más o menos a mitad de lista. ¿Hace cuánto no hablas con esas personas? ¿Cuándo fue la última vez que quedaste con ellos?
Estoy prácticamente segura que ni te acuerdas o puede, incluso, ni recuerdes de qué conoces a esa persona. No me malinterpretes, tener followers o amigos no es malo ni estoy en contra de ello, sino que ha llegado un punto en el cuál tener el mayor número de seguidores puede llegar a ser lo más relevante o vital en la vida de una persona.
Es curioso, pero tener muchos amigos en las redes sociales no significa que estés siempre acompañado/a o no te sientas solo/a, porque es muy fácil estar detrás de una pantalla y dedicar unos pocos segundos de tu día a revisar la vida de los demás, pero… ¿cuántas de esas personas estarán ahí cuando realmente las necesitemos?
En el caso que hemos visto de Essena O’Neill, ella misma dice que se sentía sola o que llegaba a quedar con gente solamente para tener algo que subir a sus redes sociales. Ella tenía más de medio millón de followers o amigos. Se dice pronto.
La amistad no se basa en likes sino en “me gustas” en directo y persona, en abrazos que hacen que sientas un corazón que late, en un “puedes contar conmigo” y realmente estar ahí cuando se necesita.
Adicción y destrucción del autoestima en las redes sociales
Pasar un solo día sin chequear facebook, sin subir una foto a Instagram o retweetear parece impensable para muchos.
Cada vez más se presentan más adicciones a las redes sociales (Ciberadicción) y el hecho de poderlas llevar en nuestros smartphones tampoco ayuda. Los más afectados son los adolescentes y pre-adolescentes. Ellos se han criado con las nuevas tecnologías y sienten que las redes sociales son parte de sus vidas, pero no es bueno que conciban que Internet es el único medio de diversión o entretenimiento idóneo para una tarde de verano.
De la misma forma que son una adicción, las redes sociales también pueden ser una plataforma de acoso, denominado ciberbullying.
Según la Fundación Pfizer, en un estudio del año 2010, en España hubo una incidencia de ciberbullying del 11,8% entre jóvenes de 12 y 18 años. En otras palabras, 12 de cada 100 jóvenes sufrió acoso por Internet.
Tener medios de comunicación tan potentes pueden convertirse en poderosas armas de destrucción de la autoestima de los jóvenes.
Y ya no sólo hablamos de acosar o ser acosado, también podemos hacer referencia a los celos y a las pérdidas de seguridad gracias a los “likes” y comentarios de las redes sociales y, más concretamente, con las “últimas conexiones” de WhatsApp.
Tener una baja autoestima, pareja y redes sociales son muy mala combinación. “¿Qué hace ‘en línea’ a estas horas y sin hablarme? ¿Seguro que está hablando con otro/a? No me quiere. Me engaña. Yo no soy tan importante y me va a dejar”. Ese es el resultado de este coctel.
Las facilidades que nos otorgan los medios tecnológicos a veces se pueden volver en nuestra contra. Hay que aclarar la mente y pensar que no puedes vivir espiando los movimientos de tu pareja y pensar que te está engañando, porque eso sólo te hará más daño a ti y a tu autoestima.
Se dan casos en los que se busca con efervescencia y alevosía la prueba de que nos están engañando y así decirnos a nosotros mismos: “¿Ves? Lo sabía. ¡Me engaña!”. En otras palabras, buscamos machacarnos.
Una persona segura de sí misma y con la autoestima alta no verá a su pareja como una posesión a la que debe tener controlada y atada por miedo a ser dejada. Una pareja siempre tiene que ser un complemento a tu vida, nunca debería ser tu vida entera, porque el día que te falte por el motivo que sea te sentirás perdido/a, solo/a y desesperado/a.
La sensación de soledad se termina cuando nos damos cuenta de que estás tú mismo/a para ti y no necesitas nada más para ser feliz, todo lo demás te ayuda a reforzar esa felicidad.
Y la soledad nos lleva a otro punto de interés. Hace un tiempo descubrí en foros y portales como Yahoo Respuestas que había personas que subían sus fotos preguntando si eran guapos/as o qué puntuación les darías.
Este hecho me recordó a mi adolescencia, cuando estaba muy de moda una especie de red social llamada “Vota mi cuerpo” en la que los usuarios votaban los perfiles según sus fotos (y mientras escribo esto, acabo de descubrir que todavía existe).
¿Por qué necesitamos redes así? No hace falta nadie que te diga lo guapa o guapo que eres, si así lo sientes. Este tipo de plataformas lo único para lo que sirve es para reforzar la creencia de que la única forma de alcanzar una alta autoestima es en las redes sociales.
Ese tipo de webs destrozan a muchas personas bien porque no encuentran lo deseado (no les admiran como les gustaría) o porque necesitan mantener ese estatus (deben tener o superar la puntuación alcanzada). Ambos casos traen ansiedad y sintomatología asociada a la depresión.
Cómo mantener una buena autoestima en las redes sociales…
Y no destrozarse en el intento.
Principalmente tenemos que tener claro que las redes sociales no son algo esencial y necesario en nuestras vidas. Es un medio de comunicación e interacción con nuestros amigos, familia, compañeros, conocidos,… pero podemos vivir sin ellas porque tenemos una vida fuera.
Además, nuestra forma de ser y nuestro comportamiento en las redes no varía de cómo son en nuestro día a día (no somos otras personas diferentes).
Las redes no son nuestro medio de hacernos sentir bien o nuestra única forma de expresión, si no estaremos dándoles más poder e importancia de la que deberíamos.
Publicar de vez en cuando y revisar las redes sociales alguna vez al día es algo sano, obligarse a publicar o vivir con presión y ansiedad hacerlo no es sano. No hace falta que todo el mundo se entere de lo que haces, sientes o piensas a cada segundo.
Un signo de que estamos llevando una vida saludable y tenemos una alta autoestima en las redes sociales es que puedes desconectar de ellas. Puedes estar un día entero (mínimo) sin entrar en tus perfiles o no ves con angustia el estar en un lugar en el que sea imposible poder conectarte a las redes.
También es buen signo el poder vivir una situación o experiencia solo/a o acompañado/a sin necesidad de contarlo en las redes. Y, cuando sí lo publiques, no lo haces con afán de presumir, dañar o mandar un mensaje a alguien.
Por último, respetarás la intimidad de tu pareja y no espiarás lo que hace a cada momento en las redes sociales por miedo a ser abandonado/a, porque lo vaya a hacer o no, lo único que te traerá eso es sentirte peor y menospreciarte al ganar inseguridad.
¿Hasta cuándo vamos a dejar que unos números determinen nuestra autoestima en las redes sociales?
Como dijo François de la Rochefoucauld:
“Ponemos más interés en hacer creer a los demás que somos felices que en tratar de serlo”.
Hay vida más allá de la pantalla de tu portátil, de tu tablet y de tu smartphone.
Tienes un mundo entero fuera para ti. Descúbrelo y compártelo, pero no lo hagas en las redes sociales.
Si lo necesitas, puedes pedirnos una cita aquí:
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buen tema me agrada, me gustaría compartieras alguna recomendaciones para escolares y adolescentes que estén pasando por este problema de auto baja estima. tanto para padres como hijos. gracias
Buenas Alex,
Lo primero, muchas gracias por tu comentario.
El trabajo de la autoestima es muy complejo y, si ya existe una baja autoestima, lo que recomiendo es acudir a un psicólogo para que ayude al/la niñ@ o adolescente a trabajarla, pues una persona que no sea profesional quizá no sepa cómo abordarla de forma efectiva.
Como pequeñas recomendaciones hacia los padres, diría que estén pendientes de sus hijos, pero que entiendan, sobre todo si son adolescentes, que habrán cambios de comportamiento y actitudes que no nos gusten y que ellos sufren millones de dudas sobre ellos, su entorno y su futuro. En caso de que observen que el/la adolescente lo está pasando mal o él/ella reclama ayuda: directamente acudir a un profesional.
Para prevenir esos problemas, aconsejo 100% el cariño/afecto pero también los límites, es decir, te demuestro (no solo te digo) que te quiero, pero sigo siendo tu padre/madre/tutor/familiar/…, no tu amig@ y tienes que cumplir unas normas.
Tenemos un artículo relacionado con autoestima donde explico de dónde viene la baja autoestima (https://psicologosvalencia.net/como-mejorar-autoestima/). Ahí puedes encontrar una explicación sobre cómo se va creando esa baja autoestima y cómo se puede detectar en adolescentes, sobre todo.
Gracias de nuevo por leernos. ¡Un saludo!