¿Quién no ha discutido alguna vez con su pareja? Las discusiones de pareja son prácticamente inevitables y, hasta a veces, necesarias. En una relación, tarde o temprano, surgen distintos conflictos o malentendidos. La pregunta que verdaderamente importa es ¿sabes discutir bien con tu pareja?
Así pues, el problema no es si es bueno discutir o no, sino cómo lo hacemos. En este artículo vamos a hablar sobre algunas ideas claves para que aprendáis a discutir bien, es decir, del modo más constructivo posible.
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Discusiones y rupturas.
Las discusiones constantes en la pareja es una de las causas más frecuentes de las rupturas. Hay parejas que discuten y no tiene mayor repercusión. Sin embargo, para otras parejas, es una costumbre habitual y su forma de comunicación.
Y podemos preguntarnos, ¿qué es mejor, enfrentar el conflicto discutiendo o evitarlo y dejarlo pasar?
Evitar el conflicto puede ser tan dañino como buscar esa confrontación constante puesto que, en este caso, evitar se convierte en acumular y esa disputa, tarde o temprano, volverá a aparecer.
Según un estudio publicado por Lawrence A. Kurdek en el Journal of Marriage and Family, las áreas de conflicto más habituales entre las parejas se pueden clasificar en seis grupos:
- Los conflictos de poder (como las críticas a la pareja).
- Los temas sociales (como la política).
- Los defectos personales (como los hábitos poco saludables).
- La falta de confianza (mentir).
- La intimidad (discusiones sobre el sexo).
- El compromiso de la pareja (pasar demasiado tiempo en el pasado).
En general, las discusiones sobre la confianza, el compromiso y lo personal son las que más daño hacen, ya que afectan de manera más significativa a nuestro fuero interno.
¿Qué es realmente discutir?
Tenemos la tendencia a asociar la palabra “discusión” con momentos de gran enfado donde dos o más personas se gritan y expresan su ira y frustración. Momentos de gran tensión, donde el otro es el enemigo a abatir, sin ningún tipo de miramiento. Tener la razón y ganar está por encima de todo.
En realidad, discutir solo significa tratar un problema. En él, hay razones a favor o en contra que debemos exponer a la otra persona para que nos entienda. Sólo así podremos discutir bien.
Por supuesto, cuanto más personal e íntima sea una relación personal, más delicadas son las discusiones, por lo que conviene saber gestionarla correctamente. Por eso, en el ámbito de la pareja es importante a aprender a saber discutir bien.
Diferencias entre discutir y pelear.
Aunque parezca que es lo mismo, hay unas diferencias muy sutiles entre la una y la otra.
En el caso de las peleas, éstas implican:
- Se es más propenso a elevar tono de la voz.
- Se recurre al pasado como foco argumental y para hacer daño.
- Se emplean apelativos despectivos (bien sea hacia la persona o las situaciones que han llevado a ese punto).
- Se centra toda la conversación en el problema y no en la solución.
- Se puede entrar en bucle con el mismo tema y en distintas ocasiones, hasta que uno de los dos ceda o se queda sin resolver.
En el caso de las discusiones, las características son las siguientes:
- El tono de voz se mantiene calmado.
- Se respeta el punto de vista del otro.
- Se debate sobre los temas a debatir del momento sin meter otros pasados.
- Se centra la conversación en encontrar una solución.
Claves para discutir bien con tu pareja.
A continuación, vamos detallar algunos consejos sobre cómo discutir bien con tu pareja, de manera constructiva y orientada a la resolución de conflictos mediante el diálogo.
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Tener una buena comunicación.
Para poder debatir sobre un tema, es imprescindible que la comunicación en la pareja sea buena.
Las discusiones tienen que ser vistas como puntos de debate y negociación y no como un campo de batalla donde tiene que haber vencedores y vencidos.
Hablar desde cómo nos sentimos y lo que pensamos, ayudará a que la otra parte nos entienda. Mucho mejor que usar la rabia, el rencor y el orgullo como armas arrojadizas.
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Centrar la discusión en un solo tema.
Tener muchos frentes abiertos es símbolo de una mala comunicación en la pareja. Es dejar las conversaciones a medias, no llegar a soluciones, callarnos cosas durante tiempo y acumularlas, etc.
Es por ello que, si tenemos varios temas pendientes, es mejor ir de uno en uno. Puede que haya más de uno enlazado, se contará como un tema pero con distintos apartados.
Cualquier intento de cambiar de tema o sacar viejas rencillas personales debe ser visto como una bandera roja, motivo en sí mismo para no dar explicaciones sobre ese tema y redirigir la discusión hacia el tema tratado.
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No os interrumpáis.
Parece algo fundamental, pero en la practica cuesta algo más. Por la sencilla razón de que no escuchamos para entender, escuchamos para responder. Y esto nos lleva a querer responder antes de que la otra persona acabe sus argumentos.
A su vez, para poder ser escuchados por el otro, vamos elevando la voz para estar por encima y esto nos lleva cabrearnos más y entrar en una pelea.
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La importancia de las pausas.
No nos podemos dejar llevar por nuestras emociones. Éstas son impulsivas y podemos arrepentirnos tanto del contenido como de las formas.
Por ello, es importante hacer pausas o descansos. Para que nuestra parte reflexiva entre en juego y podamos calmarnos y relajarnos. Esto nos hará retomar la discusión de otra manera.
Si es necesario, hay que comunicar estos minutos de pausa de una forma explícita. Pero no en el sentido de “déjalo, no se puede hablar contigo” o “lo que tú digas”. Más bien es “necesito un respiro o descanso, dame uno minutos y retomamos”. Es lo que se conoce como la técnica de tiempo fuera.
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No dejar la discusión a medias.
El no dejar discusiones a mitad está muy vinculado con el punto anterior. Si pedimos un tiempo para tranquilizarnos, debemos tener el compromiso de volver a retomar la discusión pasado ese tiempo.
Es importante retomarla porque no hemos llegado a una solución y, por lo tanto, el problema va a persistir. Es más, si no se resuelve, se enquistará y se acumulará para la siguiente vez que se discuta. Convirtiéndose así, en una disputa de reproches constantes.
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Acercar posturas para llegar a una solución.
Tenemos que tener en cuenta que, en cualquier discusión, es mejor ser correctos que tener la razón. Puede que ambos tengáis la razón o que ninguno la tenga. Es una cuestión de perspectiva y cada uno tiene la suya.
Muchas veces caemos en la trampa de querer tener la razón por encima de todo y querer que el otro vea las cosas como nosotros las vemos. Esto es muy difícil.
Cada persona tiene una experiencia, un bagaje vital, una educación y un aprendizaje que hace que enfoquemos las cosas de una forma u otra. Querer llevar la razón es simplemente por ego, por orgullo. Y esto dañará la relación.
Acercar posturas, comunicarse correctamente, respetar y aceptar la perspectiva del otro son la base de la resolución de conflictos.
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Usar la empatía.
La empatía te va a ayudar a ponerte en el lugar de la otra persona. Pero ¡ojo!, debes ponerte totalmente. Es decir, viéndolo desde sus prismas y no con los tuyos. Desde su lado, con sus experiencias y aprendizajes y no con los tuyos. Solo así, podrás entenderle realmente.
Ante una discusión, se debe tener en cuenta que la persona que tienes delante es tu pareja. Es una de las personas más importantes que tienes en tu vida y como tal, debes respetarla y tratarla, evitando herir sus sentimientos.
Para discutir bien, debemos ponernos ambos en el otro lado de la ecuación. Sólo así, podremos dejar de rivalizar y llegar a un acuerdo en dicho tema.
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La importancia de perdonar.
Saber reconocer un error y comunicarlo es tan importante como aceptar el perdón de la otra persona. Dejar el rencor y el resentimiento atrás para poder avanzar.
Si vivimos únicamente de las situaciones negativas que hemos vivido en el pasado, nuestra relación está destinada al fracaso.
No perdonar significar acumular y arrastrar temas pendientes. Es como vivir atados a una bola de hierro. Hay que tener cuidado con usar demasiado el perdón, porque se puede desgastar y pierde totalmente su significado y su propósito.
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Ponernos límites.
Para plantear qué significa discutir bien, debemos saber primero qué significa discutir mal. Esto es ¿qué límites no debemos sobrepasar?
- El principal límite es el respeto. Cuando perdemos los papeles y faltamos el respeto a la otra persona, estamos pasando una línea con difícil retorno. Se pueden decir las cosas de muchas formas, utiliza la más correcta siempre.
- No manipular ni infravalorar al otro debe ser otro de los límites a imponernos. Hacer chantaje para conseguir lo que queremos no es moralmente correcto y hará de nuestra relación algo tóxico.
- Si el problema está entre tú y yo, lo arreglamos tú y yo. Queda prohibido hacer partícipes a otros, hacer de la opinión de otros un argumento o discutir en presencia de otros.
- El cariño y la lealtad son conceptos no negociables. Por lo tanto, queda prohibido cualquier tipo de amenazas terminales del tipo: “Esta es la última oportunidad…” o “Cómo no hagas esto, me marcho”.
Discutir bien significa ser capaces de decir lo que pienso, lo que necesito y lo que siento, de forma correcta, sin manipular, y que sucede el momento correcto.
La clave es discutir bien.
No nacemos con un manual de instrucciones y cada uno tenemos unas experiencias y aprendizajes vitales que marcan nuestras ideas principales y nuestras expectativas.
Para poder discutir bien con nuestra pareja, debemos hacernos entender, comunicándonos. Nuestra pareja no tiene una bola de cristal ni lee la mente para saber si algo nos sienta mal o adivinar el por qué estamos enfadados. Si no lo dices, no lo podrá saber.
Además, tenemos que decir las cosas cuando pasan, no tiempo después, así no acumularemos. En caso contrario, cualquier cosa por mínima que sea, hará que el vaso rebose porque ya lo llevamos medio lleno de antes.
Hay que evitar llega a momentos límites. Finalmente, esa persona es alguien a quien queremos y con quien hemos decidido compartir nuestra vida. Qué mejor que hacer el viaje juntos y en armonía.
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