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“Miedo de volver a los infiernos, miedo a que me tengas miedo, a tenerte que olvidar”. “Miedo de quererte sin quererlo, de encontrarte de repente de no verte nunca más”. Como bien canta M-Clan es su canción “Miedo”, esta emoción es realmente compleja y engloba multitud de sensaciones que aquí vamos a exponeros de una forma bastante más sencilla.

El miedo en sí es una emoción básica que actúa como respuesta natural de nuestro cuerpo en respuesta a un peligro. Habitualmente se describe como una sensación desagradable que atraviesa el cuerpo y nos hace sentir mal, por norma general genera malestar.

Es una emoción difícil de controlar y que puede provocar diferentes reacciones, algunas tan diversas como la parálisis o ataques de ansiedad. El miedo tiene distintas fuentes de origen posibles. Se puede deber a algo que pasó, que está sucediendo o que podría pasar.

¿Por qué se tiene Miedo?

En primer lugar cabe conocer que el miedo en sí, en origen, es saludable. Aunque parezca mentira, el miedo fue, es y será necesario para el ser humano porque posibilita evitar algo peligroso o posiblemente doloroso, ya que es un mecanismo de defensa que nos ayuda a la hora de mantener la vida, es una magnífica herramienta de supervivencia.

Siempre recuerdo el ejemplo que un magnífico profesor de universidad nos dio durante la clase en que estudiábamos el miedo “Imaginad que de repente os quitan la capacidad de sentir miedo, un día os acercaréis a una vía de tren por la que está a punto de pasar un ferrocarril y vuestro órgano encargado de avisaros de lo peligroso de la situación no funcionará.

Esto hará que no os apartéis a tiempo porque no habréis experimentado el miedo necesario para iniciar el movimiento de huida, con lo cual seréis absorbidos por la presión de aire que genera un tren a altas velocidades”.

El miedo es eso que está en el cuerpo y se activa ante el peligro dándonos la posibilidad de responder con mayor rapidez y eficacia ante las adversidades. Si nuestros antepasados no hubieran experimentado miedo probablemente hoy nosotros no estaríamos aquí. Podemos afirmar que somos los hijos de padres que tuvieron miedo, al menos el suficiente para continuar con vida.

También cabe destacar que existen miedos irracionales, como el temor a lo que no existe, lo cual es producto de la imaginación, como en el caso de los monstruos en niños pequeños. Es realmente curioso ver que esta emoción no siempre es el espejo de algo real pero sigue actuando sobre nosotros de la misma forma.

Estos miedos irracionales se forman sin ningún fundamento sólido, ya que el estímulo temido no es verdaderamente peligroso, sin embargo son capaces de  activar nuestros niveles de ansiedad provocando así cambios a nivel físico. Las fobias se explican por este miedo irreal a cosas que en realidad no entrañan peligro para el sujeto que lo teme.

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 ¿Cómo afecta el Miedo al Cuerpo?

El procesamiento del miedo se da en el cerebro, concretamente en su parte más antigua, el conocido como cerebro reptiliano. En el momento en que se detecta un peligro, se activa la amígdala cerebral –situada en el lóbulo temporal– y se producen cambios físicos inmediatos para favorecer el enfrentamiento de la situación, la parálisis o la huida.

Realmente nuestro cuerpo casi siempre nos prepara para la huida o el enfrentamiento aunque hay una excepción que nos ha ocurrido a casi todos, el miedo a la sangre. Ante el miedo a la sangre, nuestro inteligente cuerpo se encarga de reducir la actividad para que en el caso de que esa sangre que vemos sea nuestra y estemos perdiendo una importante cantidad, podamos reducir el flujo sanguíneo ahorrando así una pérdida vital de tan preciado fluido.

Entre las reacciones corporales más comunes encontramos:

  • Un mayor bombeo de sangre para llevar hormonas a las células, especialmente adrenalina, encargada de la activación general;
  • Cambios en la expresión facial;
  • Detección de toda función no esencial;
  • Dilatación de las pupilas para facilitar la admisión de luz;
  • Aumento de la sudoración;
  • Voncentración de la sangre en las extremidades inferiores;
  • Fijación de la atención en el objeto amenazante;
  • Desactivación del lóbulo frontal, encargado del procesamiento más calmado y consciente.

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¿Cómo afecta el Miedo a la Mente?

Como ya hemos dicho, el miedo puede guardar relación con el mundo real, pero también puede existir un miedo imaginario que no tiene correspondencia real con el peligro. Le sucede a aquellos que evalúan equivocadamente la situación e imaginan el peor de los escenarios posibles.

Una de estas situaciones, la cual nos puede haber sucedido a todos, aparece cuando un individuo tiene miedo al rechazo. Esto es algo propio del ser humano, viene de lejos, ya que la supervivencia de los primeros hombres dependía de su comportamiento en grupo.

Si alguien era expulsado de la comunidad quedaba a merced de los depredadores. Pero la verdad es que hoy en día la situación es bien distinta, existen cientos de grupos de pertenencia y los ‘depredadores’ no son tan temibles como los que habitaban el continente africano.

En el caso de  experimentar un miedo intenso o un trauma, este se asocia en la memoria de largo plazo y queda fijado con mayor intensidad. Esto se puede explicar evolutivamente: lo que daña se fija con mayor fuerza que aquello que da placer, porque resulta más adaptativo.

Por ejemplo, basta quemarse para no volver a posicionar sin cuidado cualquier parte del cuerpo sobre una llama. Si alguien se olvidara inconscientemente de esto, se podría quemar día tras día.

¿Cómo se enfrenta el Miedo?

Al miedo, siempre que sea adaptativo y útil, hay que naturalizarlo, es decir, aceptarlo como algo normal ante el peligro, nada más. El temor que tenemos en una entrevista laboral o en una primera cita es normal, no es patológico.

Pero al ‘otro miedo’ hay que tratar de expulsarlo, ya que es un gasto de recursos innecesario, sólo busca defendernos de un peligro irreal que únicamente existe en nuestra cabeza y nos paraliza aumentando nuestras opciones de bloqueo y fracaso.

¿Cuándo pedir ayuda?

Cuando una patología de este tipo comienza a afectarnos en nuestra vida normal y nos impide avanzar, lo mejor es consultar a un profesional de la salud mental, con él podremos trabajar de forma conjunta y así acabar con estos pensamientos erróneos. El miedo patológico tiene solución pero necesitamos que alguien capacitado se encargue de ello.

¿Cómo acabar con el miedo?

En este caso, aunque trabajar con nuestros miedos pueda resultar difícil al principio, terminará siendo la opción más efectiva. La clave será actuar junto con el terapeuta de forma en que nuestros miedos sean reestructurados por pensamientos realistas y lógicos, dejando atrás las ideas catastrofistas e irreales que nos causan pavor y nos impiden avanzar con normalidad a lo largo de nuestra vida.

La mejor manera de superar un problema es enfrentarlo.

Serendipia Psicología

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