Lo primero que quiero decir es que no pretendo convencer a nadie de nada. Solamente me gustaría plantear una serie de cuestiones sobre ciertas ideas que tenemos bastante fijas sobre las relaciones de pareja y sobre la monogamia que, igual, no están tan claras. Creo que la reflexión, la mirada crítica sobre aquellos asuntos que consideramos intocables es la más urgente y la que siempre dejamos pasar.
¿Hay algo más allá de la monogamia?
Las relaciones de pareja son un campo de estudio que me ha atraído desde siempre. Principalmente lo que se podría llamar la “no pareja”. La posibilidad de ser single, de que el concepto de soltería se concibiese como una alternativa factible y positiva despertó mi atención una vez acabada la carrera.
Posteriormente otras alternativas como LAT (relaciones de pareja sin convivencia) o últimamente el poliamor (simultanear relaciones de pareja), la anarquía relacional o la agamia, han sido ideas que me gustan. Me resultan interesantes, me atraen.
No como modelo mejor universal (eso lo dejo para la subjetividad de cada cual) pero sí como alternativas válidas en la consecución de una vida afectiva “feliz”. Suponiendo que exista algo que se pueda llamar felicidad pero eso lo dejamos para más adelante.
La cara y la cruz de las relaciones de pareja
Esas alternativas no tienen el grado de aceptación social que tienen las relaciones de pareja monógamas exclusivas. Si hablásemos con propiedad diríamos: “aparentemente monógamas y exclusivas”. En ese punto de las apariencias y la idealización surge la primera controversia de una idea que parece poco rebatible hoy, eso que se llama amor.
Y es que no podemos entender esa idea de monogamia sin el concepto de “amor romántico”, aunque se haya puesto de moda realizar críticas sobre este tipo de amor. Las críticas no son nuevas (surgen a principios de siglo) y no parece que hayan conseguido mucho. Al menos problemas habituales como los celos, los engaños o las expectativas irreales sobre la otra persona o la relación siguen siendo temas frecuentas y fuente de numerosos conflictos.
El doble conflicto del amor
Empecemos por tanto por el principio. No voy a negar que haya un amor “bueno”, pero sí creo que estamos en disposición de afirmar con rotundidad que hay un amor “malo”. Que aunque tenga consecuencias negativas no podemos decir “no es amor” porque esa gente sí quiere… aunque su forma de querer no reporta los ingentes beneficios que nos habían prometido que traería el amor a nuestra vida. Es ahí donde surge el primer conflicto. Conflicto doble.
La búsqueda de amor (pareja) como fuente de sentido a nuestra vida y, por otra parte, que ese amor mejorará nuestra vida hasta un nivel superior de satisfacción personal, felicidad, desarrollo, crecimiento, evolución o cómo bien quieran llamarlo. Cabe la posibilidad de que ni la una ni la otra queden bien resueltas cuando tengamos la suerte de cumplir el objetivo (encontrar la media naranja…o pomelo).
Entrando entonces en una espiral de encadenamiento de relaciones de pareja que aportan algo al principio pero no llegan a satisfacer nunca el objetivo original, quizá excesivo. O, quizá, no se cumple por ese camino (y en esto hay que hacer especial hincapié).
¿Y si existieran otras posibilidades a la monogamia?
¿Debemos por tanto maldecir nuestra desdicha a la hora de encontrar relaciones de pareja? ¿Obtenemos algo de ello? ¿Es legítimo pensar que la siguiente será mejor? ¿Que hay alguien esperando? En mi caso, esas respuestas las tengo claras. No creo que se abran ventanas cuando se cierran puertas.
Creo, eso sí, que cuando las cosas no salen de la manera que nos hubiese gustado podemos sentarnos a pensar qué es lo que realmente queremos. Si no estamos simplemente repitiendo un modelo que hemos absorbido como único. Valorar la opción de que ahí fuera hay otras posibilidades. Que el desconocimiento de ellas no implica que no existan. Aventurarnos.
Así que, si quieres, podemos ir quemando cosas por aquí cada semana. Nos vemos.
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