Todos conocemos a un/a amigo/a (o conocido/a) que habla de más y sin saber, creyéndose (y haciendo creer) que es más inteligente y cuenta con más conocimientos. ¿Te ha venido quizá a la mente tu cuñado, ese que sabe de todo y te suelta largas charlas en las comidas familiares? Esto tiene nombre (y no es nada sencillo): efecto Dunning-Kruger.
Lo sé, es más fácil describirlo como un “sabelotodo que no sabe de nada”, pero para eso están los nombres científicos (no te voy a engañar, yo tampoco lo sabía hasta relativamente hace poco).
¿Por qué alguien desea quedar por encima de los demás (aunque esté claro que no lo está)? ¿Cómo identificar el efecto Dunning-Kruger?
Hablemos de él.
¿Qué es el efecto Dunning-Kruger?
Hace unos años me encontré con un caso donde el efecto Dunning-Kruger estaba más que presente: una conocida me relataba lo difícil que era ser ella, con una inteligencia por encima de lo normal, que las conversaciones con la gente tanto le aburrían, que poseía un portento de inteligencia, que era capaz de llegar mentalmente a lugares que nadie podía,…
A la mínima que le propuse comprobar si esa mente prodigiosa era tal y como la describía (y así comprobar su CI real y poder aliviar su pesar por su superioridad intelectual), ella… ¿adivináis que pasó? En efecto, lo rechazó (no había que tentar a la suerte, no fuera a ser).
Para ella, era importante seguir pensando que era superior a los demás, incomprendida, pero, ante todo, mucho más inteligente que todos quiénes la rodeaban.
El efecto Dunning-Kruger hace referencia a un sesgo cognitivo (pensamiento irracional, sin fundamentos) por el cual personas con bajas habilidades o conocimientos se creen de forma ilusoria que son más inteligentes y superiores de lo que lo son realmente.
Estas personas, bajo este efecto, son incapaces de reconocer su baja forma intelectual.
De la misma forma, aquellos que sí son superiores intelectualmente, gracias al efecto Dunning-Kruger, creerán que tareas sencillas para ellos, son fáciles para todos, infravalorando (equívocamente) sus capacidades. Es decir, si para ellos es algo sencillo, también lo será para los demás e, incluso, para el resto será mucho más fácil que para ellos.
No hablamos solamente de inteligencia en materia de conocimientos, sino que se puede aplicar a capacidades o a habilidades, por ejemplo, cantar o conducir.
Este fenómeno debe su nombre a los psicólogos estadounidenses David Dunning y Justin Kruger, de la Universidad de Cornell (Nueva York), cuyo estudio reveló, en 1999, que la ignorancia proporcionaba mayor confianza que el conocimiento.
¿Esto cómo es posible? Porque sí, yo también que ponía hecha un flan cuando me preguntaban en clase y no, no había ignorancia que valiese para mantener la calma.
El estudio del efecto Dunning-Kruger.
Los psicólogos Dunning y Kruger se basaron en cuatro experimentos para analizar tres competencias primordialmente: gramática, razonamiento lógico y humor, y así realizar su estudio en 1999.
Antes de realizar las pruebas pertinentes para valorar estas tres categorías, se les pidió a los sujetos participantes que estimaran cuál sería su puntuación en cada área. Tras esto, realizaban los test que evaluarían sus puntuaciones reales.
Dunning y Kruger se basaron en las siguientes hipótesis para llevar a cabo el experimento:
- Los sujetos menos competentes tenderían a sobrestimar su propia habilidad.
- Los individuos menos competentes serían incapaces de reconocer la habilidad de otros.
- Los individuos menos competentes serían incapaces de reconocer su extrema insuficiencia.
- Si los sujetos incompetentes son entrenados para mejorar su nivel de habilidad, llegarían a reconocer y aceptar su falta de habilidad previa.
El resultado fue que cuanto mayor era la incompetencia del sujeto, menos consciente era de esta. Todo lo contrario ocurría con los más competentes, que infravaloraban sus capacidades.
¿Por qué se produce el efecto Dunning-Kruger?
¿Cómo es posible que una persona sea capaz de crearse un mundo tan dispar del real, en cambio, una persona con altas cualidades se vea tan “común”?
Creo que debemos tomarlo por caminos diferentes, aunque también son muy iguales. Unos sería a la alza y otros a la baja.
Principalmente estaríamos hablando de autoestima o ego. Intentamos preservar nuestra valía, por ello, si no la tenemos, intentamos crearla. Si ensalzamos nuetsras cualidades, seremos admirados por los demás, por lo que, aparentemente, nuestra valía aumentará a ojos de los otros (y fingiremos que a los nuestros también). De esto ya hablamos en el artículo “La Falsa Autoestima”, que te animo a leer.
Otra posible causa, puede ser un problema de percepción, el no poder ser objetivo consigo mismo. La persona menos competente es incapaz de ver la realidad (pues sería dolorosa) y la más competente no se verá capaz de serlo (baja autoestima).
Podemos buscar encajar en el grupo, haciéndonos un hueco e intentando ser interesantes y así ser integrados dentro o, por el contrario, no parecer pedantes cerebritos que todo lo saben y acaban siendo irritables. Intentaremos asumir el nivel que nos proporcionará el camuflaje dentro del grupo al que queramos integrarnos y ser parte.
Por último, pero no menos importante, el efecto Dunning-Kruger puede deberse a la educación recibida y el ambiente en el que nos hemos criado. Si la persona escucha constantemente halagos y valoraciones infladas de sus capacidades, acabará creyéndolas (el “efecto abuela”, podríamos denominarlo, que siempre dicen lo maravillosos, lo guapos y estupendos que somos). Lo mismo pasaría si esa persona recibe comentarios de menosprecio hacia sí y sus habilidades.
También pasaría si desde pequeña, a esa persona la educan en no alardear de sus capacidades y ser humilde extremadamente; la importancia que tiene para ser “una buena persona” el no presumir, lo que la convertiría en una persona “humilde de más”.
¿Qué hacer con el efecto Dunning-Kruger?
¡Ostras! ¿Y si lo tengo? ¿Qué hago?
Lo primero, tranquilo/a. No es nada que no pueda ser “cambiado”. Se trata de un cambio de perspectiva a la hora de enfrentarse al mundo.
Tenemos que aceptar que todos cometemos errores y no ser perfectos en algo no nos hace no ser buenos en ello.
Los errores se producen por falta de experiencia o conocimientos, por factores externos (sobre los cuales no tenemos control) y/o por sobrestimar nuestras capacidades. Aceptar que cometer errores no es malo, sino una parte del aprendizaje y del camino, nos facilitará asumir cometerlos.
Temer a cometer errores hará que evitemos situaciones en las que podamos evolucionar o, al tener tan altas expectativas sobre nuestras capacidades, hará que nos precipitemos y tomaremos malas decisiones que nos pueden dañar. Ni lo uno ni lo otro. Pensamiento crítico y meditado.
Si quieres que el efecto Duning-Kruger esté menos presente en tu vida, deberás:
- Poner en duda y ser consciente de tus capacidades. Puedes ser bueno, pero necesariamente debes ser “el mejor”.
- Sopesa diferentes formas de pensar o realizar las cosas.
- Respeta en tus opiniones y las opiniones de los demás. Tienes todo el derecho a expresar lo que piensas, pero no menosprecies el punto de vista de otro solo porque sea diferente al tuyo.
Todos tenemos virtudes y carencias, nadie puede ser maestro en todas las materias ni saber hacerlo todo. Por ello, mejor mirar siempre con ojos de aprendiz y humildad.
Si, en cambio, es otra persona quien desata el efecto Dunning-Kruger, tienes dos opciones: o le das la razón y zanjas el debate o, si te interesa que exista un cambio de opinión (o al menos que considere tu punto de vista), lo mejor es usar la asertividad.
Este tipo de perfil de persona suele evitar considerar otros puntos de vista, por lo que debe entender que no es lo único a considerar.
En este artículo, te damos una técnica que puedes utilizar en estos casos.
Evita, ante todo, y si tu deseo es que la otra persona te escuche, el “ponerte a su altura”. Una actitud defensiva, con alguien que ya lo está, es enfrentamiento asegurado.
Como bien dijo Confucio: “Saber que se sabe lo que se sabe y que no se sabe lo que no se sabe; he aquí el verdadero saber”.
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